Del cuaderno.
25 de marzo de 2023.
Afortunadamente hoy en día se puede hablar abiertamente de casi todo. Pero la muerte es una rara excepción. Es una conversación que tratamos de evitar. Peor aún, es una realidad que ignoramos a pesar de saber que todos vamos a morir. Y eso tiene, o debería tener, consecuencias en la forma en la que vivimos.
El tiempo es precioso, el tiempo es limitado. Vivamos acorde a esa realidad.
Profundizando.
El Dalai Lama nos regala una excelente frase a este respecto: “La mayoría de los hombres viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubiesen vivido”.
La primera parte de la frase nos recuerda la temporalidad de la vida y la necesidad de aprovecharla. No sabemos el día ni la hora como dice la biblia. Una gran mayoría de personas prefiere no pensar mucho en esto, de ahí mi calificativo de lo relacionado con la muerte como un tabú. La segunda parte nos lleva a preguntarnos ¿vivir para qué? Es decir, ¿qué queremos dejar en el mundo cuando nos suceda lo inevitable? En este sentido nos conviene vivir una vida con propósito, vivida de acuerdo a nuestros valores. Encontrar estos valores y propósito se deja como ejercicio para el lector.
Podemos considerar la muerte pensando en las cosas de las que nos podríamos arrepentir cuando veamos que llega el momento. Habrá algunas muy personales, pero también otras que son muy comunes. La autora Bronnie Ware nos las cuenta en su libro “Los cinco mandamientos para tener una vida plena”. En este libro la autora nos cuenta las cinco cosas más comunes de las que enfermos terminales se arrepienten, según su experiencia de cuidadora.
Recuerdo la época en la que tomé una de las decisiones más importantes de mi vida. La decisión de emigrar (o no) de España a Inglaterra. Y entre muchas consideraciones me pregunté qué pensaría al respecto cuando tuviese 80 años. Me imaginé qué pasaría por mi cabeza de no dar el paso y creí que me hubiese quedado un mal sabor de boca (arrepentimiento) por no haberlo intentado. Yo creo que posiblemente nos arrepintamos más de las cosas que pensamos y no hacemos que de las cosas que hacemos, incluso aunque fracasemos.
Enlaza todo esto con la idea del “yo futuro”. O sea, imaginarnos a nosotros mismos dentro de bastante tiempo. ¿Qué cosas estoy haciendo que conducen a una mejor vida en el futuro? Aplicable a todos los ámbitos de la vida. Mi forma de alimentarme, ¿conducirá a que padezca ciertas enfermedades dentro de 30 años? Cosas así. Se trata de un experimento mental que nos puede ayudar mucho.
Relación con el ahorro y la inversión.
Para mí la palabra clave a este respecto es “equilibrio”.
Hay personas que deciden vivir la vida al máximo porque al final nos moriremos, no sabemos cuándo, y por lo tanto el disfrute del presente es primordial. Este tipo de personas descuidan su futuro a costa del presente. Para ellas ahorrar e invertir tiene poco sentido. A los políticos les falta tiempo para explotar este modo de pensar proporcionando todo lo necesario para que no tengamos que preocuparnos: educación, sanidad, pensiones… Aclaro: para mi todas las personas merecen un respeto, de modo que no juzgo (aunque discrepe) a quién piensa de este modo.
Al otro lado del argumento están las personas que solo se preocupan por el futuro a expensas del presente. Cualquier gasto es excesivo porque el futuro es incierto. Todo ahorro es poco. Todo lo que se invierta es poco. En casos extremos este tipo de personas (bautizadas jocosamente como “lonchafinistas”) llegan a privarse de placeres muy razonables e incluso de necesidades básicas.
En mi humilde opinión hay que estar en el término medio en esta cuestión. Se dice que en el término medio está la virtud. Aquí también ayuda tener unos valores y un propósito en la vida. No dejar una imagen de alguien que nunca disfrutó de una vacación con la familia y que nunca compró un regalo a un hijo o nieto. Tampoco dejar un recuerdo de alguien que sólo pensaba en disfrutar y gastaba como que no hubiese un mañana. Creo que se entiende lo que quiero decir.
Me parece también saludable hablar de dinero en relación con la muerte. Planificar las herencias pongo por caso. Hacer saber a los descendientes sobre los recursos de los que disponemos para la vejez. Inculcar a las siguientes generaciones el hábito saludable de ahorrar e invertir.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/fhEY-dq8xlc