Del cuaderno.
7 de abril de 2023.
Decía Pascal que el mundo sería mucho mejor si la gente fuese capaz de estar sola en una habitación en silencio.
El mundo es ruidoso, convulso, necesitamos estímulos permanentemente durante todo el día. Por eso prácticas como la meditación, el yoga o el simple silencio son tan saludables para nuestra mente. Prácticas que son, por cierto, ancestrales aunque cada generación de humanos pensemos que lo hemos inventado todo nosotros.
Profundizando.
El silencio, entendido como “reposo de la mente”, es imprescindible para una buena salud mental. Es la manera en que podemos descansar nuestro cerebro del entorno tan agresivo que supone el mundo moderno. Los estímulos hoy en día son continuos e intensos. Generan estrés. Nos distraen en muchas direcciones durante todo el día. La presencia de teléfonos celulares que reclaman nuestra atención todo el tiempo no ha ayudado a nuestra paz interior.
Nuestro cuerpo sería incapaz de tolerar una cantidad equivalente de carga física. Eso es fácil de entender. ¿Por qué nos cuesta entender lo mismo con respecto a la mente? Podría entenderse que el sueño es el reposo del cerebro. ¿Lo es en realidad? Yo creo que no. La incesante actividad mental nos hace dormir peor y los sueños, lejos de ser reparadores, son más agitados. Tener mucho que hacer nos empuja también a dormir menos de lo necesario.
Para sentirse bien es muy necesario “vaciar” la mente de vez en cuando. Distraerla. Realizar actividades que no requieran un alto grado de concentración. O directamente no hacer nada.
Cuando nuestra mente está en paz conectamos mejor las ideas. Y de esas conexiones surgen otras ideas que no tendríamos estando obligados a pensar bajo presión. Hasta yo creo que nuestro rendimiento (laboral pongo por caso) mejoraría trabajando menos. Pero esa no es la forma habitual de trabajar, al menos en occidente. ¿Qué dirían la mayoría de nuestros jefes si de vez en cuando nos vamos al parque a descomprimir la mente?
Practiquemos el silencio como terapia preventiva para tener una vida mejor. Incluso en nuestras conversaciones diarias, debemos hablar mucho menos de lo que escuchamos. Quiero decir, practicar nuestros propios silencios que son los que podemos controlar es algo muy enriquecedor que nos conecta con los demás.
Relación con el ahorro y la inversión.
El silencio, la tranquilidad y la paciencia son virtudes propias del buen inversor. En este caso es imperativo aislarse del ruido del mercado. De nuevo, el mundo moderno nos ofrece chorros de números cada hora que nos aturden y atascan nuestra capacidad de pensar con claridad. El Sr. Mercado nos ofrece comprar nuestras inversiones cada día, cuando no teníamos la menor intención de venderlas. Pero es divertido ver los precios, supongo. Aunque sea un pasatiempo estéril en el mejor de los casos, perjudicial en el peor.
El secreto del éxito está en automatizar el ahorro y la inversión. Que sucedan solos, como si no tuviéramos nada que ver con ello. Establecer un sistema que tenga sentido con el esfuerzo mental que sea necesario y después… silencio. Ejecución paciente del plan. Largo plazo.
Pero siendo fáciles todas estas recomendaciones, no son sencillas. Del mismo modo que el silencio estando con un grupo de personas nos incomoda, la inacción cuando hay mucho ruido no se logra fácilmente. Menos en el largo plazo. Es aburrido. Pero es preferible aburrirse y tener rentabilidad que pasarlo fenomenal y no tenerla.
Utilicemos el silencio (la quietud) como una herramienta más de nuestro arsenal. Para la vida y, como no, para la inversión. Nos irá mucho mejor porque a menudo la acción óptima es no hacer nada.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/oJFFXysudMg
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