Del cuaderno.
16 de mayo de 2023.
“Escribo luego existo” podría haber dicho Descartes. En realidad, esta frase incluye a la suya, porque escribir implica pensar.
Escribir significa reflexionar, organizar ideas e hilar argumentos antes de plasmarlos en el papel, bueno, o en sus equivalentes digitales modernos. Escribir fomenta por tanto la reflexión. También la prudencia ya que un escrito suele tener una permanencia de la que carece la palabra soltada al viento.
La escritura tiene un gran valor a nivel profesional también. Aparte de permitir los comentarios de otros, la revisión, sin necesidad de interacción en directo con el autor, tiene el poder de revelar errores y contradicciones en nuestra mente.
Pero aún en el caso de escribir para uno mismo lo escrito tiene el poder de recordarnos pensamientos o estados de ánimo pasados. La memoria, en el mejor de los casos, pierde frescura con el tiempo. La escritura nos puede devolver nuestros recuerdos de una forma nítida.
Profundizando.
Si me aceptáis un consejo, os diría que tuvieseis siempre a mano un cuaderno para escribir. O un dispositivo del tipo que sea, vaya. Para poder escribir lo que se os ocurra en cualquier momento. Escribir es terapéutico y nos ayuda a aclarar nuestras ideas, a encontrar fallos en nuestro pensamiento y a pulir argumentos.
Incluso puede ser bueno introducir la escritura en nuestra vida como un hábito más. Este libro, de hecho, nació del hábito de escribir unas líneas cada mañana. Escribir un diario con lo que se nos ocurra nos puede ayudar mucho. Escribir por la mañana con los retos del día, o por la noche resumiendo como han salido las cosas. O en ambas ocasiones, leyendo a lo mejor las últimas entradas. Seguro que en el proceso aprendemos cosas que se nos habían escapado.
El diario es casi un género de la literatura. El famoso diario de Ana Frank nos relata la crudeza de la persecución nazi a los judíos en Ámsterdam. Un testimonio íntimo y conmovedor de una realidad muy dura vista desde los ojos de una niña. Ana expresa en su diario el deseo de ser escritora en el futuro sin casi darse cuenta de que lo estaba siendo en el presente. Estoy seguro de que el diario fue una herramienta para superar los retos de una época y unas circunstancias horribles. Los diarios, al ser en muchos casos escritos sin ánimo de publicarlos, ofrecen un relato íntimo y limpio, libre de prejuicios sobre el qué dirán. Es el caso de las Meditaciones de Marco Aurelio, obra destacada del estoicismo.
En un plano más prosaico (me refiero a entornos profesionales) escribir las cosas es de enorme utilidad. Lo he vivido en primera persona. Al documentar el trabajo (temas técnicos en mi caso) estás obligado a cuestionarte tus propias ideas. Casi involuntariamente surgen preguntas que retan a tu pensamiento original y te obligan a cambiarlo. A mejorarlo. Al releer lo que se escribe surgen cambios y se abren interrogantes. El complemento ideal en estos casos es la llamada “revisión por pares”, es decir, someter la documentación a los comentarios de alguien con capacidades técnicas similares a las del autor. Estos comentarios, de nuevo, retan a los contenidos ya depurados por el autor en el momento de la escritura. He hecho esto montones de veces y en todas las ocasiones los documentos mejoraron a consecuencia de seguir este proceso.
Es una pena que en el mundo moderno tengamos demasiada prisa y estas prácticas estén cayendo en desuso. Salvo en entornos con reglas estrictas. Por ejemplo, las publicaciones científicas de las publicaciones más prestigiosas se someten siempre a la aceptación tras una revisión por pares. Pasa algo parecido en ingeniería cuando el sistema es crítico como el motor de un avión, por ejemplo.
Escribir también es compartir. A diferencia de lo que decimos de palabra, dejar algo escrito lo hace más duradero, en ocasiones permanente. Nada mejor que la escritura para dejar una huella en el mundo. Para construir un legado. Cuando se pierden obras de grandes autores es como que una parte de la humanidad se muere. Es el caso de la destrucción de la antigua biblioteca de Alejandría, donde se había recopilado mucho del saber de la antigüedad.
Relación con el ahorro y la inversión.
Nuestra memoria es frágil y a veces olvidamos los motivos de nuestras decisiones sobre ahorro e inversión. El mundo, a su vez, va cambiando y una decisión perfectamente razonable en un cierto momento puede ser cuestionable un tiempo después.
Para evitar que nuestras decisiones caigan en el olvido, se puede utilizar un cuaderno de finanzas personales. Centrémonos en la inversión. Con gran esfuerzo se establece una estrategia que a menudo se basa en datos numéricos, porcentajes y similares. Con el tiempo corremos el riesgo de olvidar que en la estrategia 1 teníamos tal tanto por ciento del dinero y en la estrategia 2 el resto. Con el tiempo dichos porcentajes cambiarán y tendrán que ajustarse. El esfuerzo de documentar estas cosas es muy pequeño respecto a los beneficios que puede aportar.
En el caso de los inversores que seleccionan acciones, cada compra tiene una “tesis de inversión”. La tesis debe reflejar los motivos que nos hayan llevado a hacer una compra, típicamente con un análisis de los riesgos asociados. Algunos inversores usan listas de verificación (checklists) con aquellos puntos que deben ser considerados a la hora de analizar una oportunidad. Es otro ejemplo de escribir las cosas. Estas listas estandarizan el análisis, evitan olvidos importantes y hacen que cada oportunidad se considere con unas bases comunes.
Pero volviendo a las tesis de inversión, estas no son para escribirlas y olvidarlas. Deben ser leídas de vez en cuando para refrescar los motivos de cada posición en nuestra mente. Sobre todo si alguna circunstancia relevante ha cambiado, o si creemos que es momento de vender. Los errores de inversión cuanto antes se detecten mejor y una buena forma es revisitar la tesis y ver si alguna de nuestras condiciones relevantes ya no se está cumpliendo. Y los errores, creedme, cuesta mucho admitirlos y mucho más corregirlos. A veces no son errores y se trata simplemente de que las cosas que no podemos controlar se han puesto (de manera imprevisible) en nuestra contra. En cualquier caso (e insisto, cuesta mucho) al detectar un error lo mejor suele ser admitirlo y vender.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/S6U1r10L1mY
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