Del cuaderno.
8 de abril de 2023.
¿Existen? Me refiero a esos sentimientos inexplicables de que algo va a pasar y que luego pasa. ¿O es simplemente sesgo de confirmación? ¿Nos acordamos cuando acertamos y olvidamos cuando fallamos?
O a lo mejor, de existir, consisten en conocimientos y experiencia que nos permiten llegar a la conclusión correcta de forma intuitiva, sin un proceso consciente de reflexión.
Profundizando.
En su libro Pensar Rápido, Pensar Despacio; Daniel Kahneman nos propone un interesante modelo sobre la mente humana. Muy brevemente, se propone que la mente humana tiene dos niveles, uno muy rápido, intuitivo y automático (sistema 1); y otro lento, reflexivo y deliberado (sistema 2). El sistema 1 comete más errores pero aumenta las probabilidades de supervivencia, por ejemplo huir de un ruido que pueda suponer un peligro aunque estemos equivocados. El sistema 2 es caro en tiempo y energía, pero suele llevar a conclusiones más acertadas.
Las corazonadas nos dan la impresión de que sabemos algo de forma rápida. Como que fuese a través del sistema 1. Como si viésemos algo sin saber por qué, sin haber pensado en ello.
En mi opinión el ser humano se compone de tres niveles: el cuerpo físico (ente biológico), la mente (capacidad de sentir y de pensar) y el alma (ente espiritual, cuestión de fe).
Desde este punto de vista podríamos explicar las corazonadas como un fenómeno espiritual. Como que hay algo de nuestra alma que se conecta con nosotros y nos dice qué va a pasar. Esta interpretación es sin duda controvertida e imposible de probar. Supongo que de ser cierta hay que experimentar algo así para creer en ello.
Otras explicaciones se limitarían a la mente. ¿Y si en realidad no hay corazonadas pero creemos que si las hay? El sesgo de confirmación es esa sensación de “¡lo sabía!” que no tiene base más allá del propio sesgo. Creer que teníamos un conocimiento previo que es imposible que tuviésemos. Es muy fácil creernos profetas una vez conocido cómo se han desarrollado los hechos.
Otra explicación es que las corazonadas sean reales y se produzcan a través del sistema 1 pero, de alguna forma, inducidas por el sistema 2. Como que el sistema 2 es capaz de “entrenar” al sistema 1. Se me ocurre que una persona bien entrenada en situaciones de emergencia reacciona ante tales situaciones de forma intuitiva y rápida, pero controlada racionalmente por su entrenamiento.
Por último es posible que todo suceda en el sistema 2 que a base de experiencias previas desarrolla un modo de pensar con atajos, de forma rápida, que se pudiese confundir con el sistema 1. Los ejemplos son infinitos: un médico con mucha experiencia que ve de forma simple y rápida algo en una radiografía, un ingeniero civil que sabe qué tipo de puente es mejor mirando un mapa topográfico… A nadie le sorprenden este tipo de hechos. Conectan con el concepto de plasticidad del cerebro.
A pesar de los muchos avances científicos, el cerebro humano sigue siendo un misterio. Actúa de formas difíciles de comprender y cambia mucho de un individuo a otro. Por eso encuentro tan fascinante el mundo de la neurociencia y de la psicología.
En memoria del gran Daniel Kahneman, recientemente fallecido. Descanse en paz.
Relación con el ahorro y la inversión.
En este campo es importante no cometer errores o cometer los menos posibles. De ahí que el sistema 2 es el que deba presidir nuestras decisiones. Pero el sistema 1, que nos ha hecho sobrevivir, va a identificar situaciones “de peligro” y nos va a empujar a actuar impulsivamente. El ejemplo clásico son las ventas en pánico.
Por lo tanto lo primero es dominar los instintos, dar un paso atrás y utilizar el sistema lento y reflexivo para superar el impulso a actuar. Recordar que no hacer nada es una opción que puede ser muy útil si se adopta deliberadamente.
Comprar o vender a base de corazonadas puede ser una receta para el desastre. Yo creo que es preferible basar las decisiones en datos. Datos objetivos que nos digan algo sobre la decisión. En este campo el sesgo de confirmación es nuestro peor enemigo. Es decir, dar más peso a la información que “confirma” nuestras opiniones. En el tema que nos ocupa el sesgo sería: tener la corazonada, creerla y a partir de ahí buscar datos que la confirmen y rechazar datos que vayan en contra. En los análisis de acciones el sesgo se manifiesta en un entusiasmo desmedido por parte del analista. Como si se hubiese enamorado de la empresa y sólo viese sus bondades. Hay que estar pendientes de este tipo de señale y hacer los deberes por nosotros mismos.
La mejor recomendación que se me ocurre es jugar al abogado del diablo, es decir, intentar de forma deliberada refutar las tesis de inversión. Esta técnica se utiliza en comités de inversión, donde a veces hay un miembro del equipo cuya misión es echar por tierra los argumentos del que propone una operación.
A ver, que tampoco hay nada de malo en seguir nuestros instintos. Con enorme prudencia eso sí. Quiero decir, seguir la corazonada inversora pero con unas cantidades muy limitadas de dinero que nos podamos permitir perder. Con plena consciencia de que es una decisión con alta probabilidad de salir mal y casi más próxima al juego que a la inversión.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/LU-IaWuwpYs
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