Del cuaderno.
10 de abril de 2023.
Es una actitud tóxica que no sirve para nada. Está asociada a la fea costumbre de culpar a otros (o a otras cosas) de nuestros fracasos. Es que mi jefe… Es que el mercado… Es que la gente me odia…
He pertenecido durante mucho tiempo a esta secta del “quejica profesional”. ¡Nunca más! Es un signo de toxicidad que aleja de ti a otras personas. Una actitud que por otra parte resulta absolutamente estéril.
Profundizando.
¡El mundo no te debe nada! La queja continua parte de la frustración de que las cosas no son como a mí me gustaría que fuesen. Con esa actitud nos hacemos víctimas de las circunstancias y de los demás. A menudo la queja va acompañada del deseo de que “alguien haga algo” para resolver ese problema que yo tengo con la realidad. ¿Y por qué no haces algo tú?
La queja a la que nos referimos tiene la propiedad de crear una caja de resonancia en la que ésta se amplifica cuando nos juntamos con otros quejicas. Como que por un efecto de simpatía se hace común la queja que crece y se refuerza. Y al reforzarse nos convencemos de que esa es la actitud adecuada y de que estamos en lo cierto. A ver, que hablo por experiencia de años vivida en carne propia. Desde luego lo que nunca vi es algún problema resuelto a base de esta actitud ante la vida.
Ser quejica es como que nos exime de ser valientes. De cambiar nosotros las cosas. De luchar por aquello en lo que creemos. Si el mundo ha cambiado a mejor (lo hace en ocasiones) es porque hay personas que observan una realidad que no les gusta y se deciden a cambiarla. Dicho de otra forma, la influencia más grande sobre nuestra vida somos nosotros mismos.
Me gusta usar el dicho de que hay personas que piensan que Dios Todopoderoso creó el mundo para ellos, para su total uso y disfrute. Gente que pretende que el mundo se adapte a ellos y que el resto de la humanidad está ahí para resolver sus problemas. El mundo no es perfecto, no puede serlo entre otras cosas porque lo que es perfecto para mi puede no serlo para otras personas.
El perfil de quejica también ha sido y es fomentado por las promesas de los políticos. Te vamos a resolver esto, aquello y lo de más allá. Tienes derecho a esto, a aquello y a lo de más allá. Exige tus derechos. Eso te lo tienen que resolver. En este caldo de cultivo la responsabilidad personal sobre las cosas muere porque alguien, supuestamente, nos arregla la vida. Nos convierten en adolescentes sin la capacidad de entender y aceptar la realidad del mundo.
Quejarse por todo supone un enorme esfuerzo. Es algo agotador. Además es totalmente inútil y nos aleja de los demás. Practicando la queja nos convertimos en personas a evitar, en una mala influencia para los que nos rodean. Es muy recomendable cambiar el chip y utilizar toda esa energía para vivir mejor e intentar cambiar lo que nos parezca que no está bien.
Relación con el ahorro y la inversión.
El que no ahorra y se queja porque tiene derecho a algo, renuncia a su prosperidad futura fiando su suerte a que alguien le va a regalar algo. Craso error que cuando se manifieste será muy tarde para poder corregirlo. Eso sí, siempre tendremos derecho a quejarnos un poco más. El famoso derecho al pataleo.
El inversor quejica nunca tiene la culpa cuando pierde dinero. Siempre hace recaer la responsabilidad en otro: los tipos de interés, una guerra inesperada, ese evento que nunca debió suceder… Curiosamente, cuando tiene beneficios, el mérito es completamente propio. Afortunadamente las consecuencias de los resultados van a tener que sufrirlas (o disfrutarlas) y esto es algo que educa mucho. Muchos inversores que pierden dinero terminan abandonando la inversión con la conclusión de que “esto es una m…”, es decir, no es culpa de ellos, es de un mundo que no les comprende.
Ser un buen inversor requiere temperamento y actitudes muy especiales. Reconocer la realidad. Someterse a unos precios de mercado que son los que son y que no van a adaptarse a nuestras necesidades. En palabras de Peter Lynch “las acciones no van a hacer lo que tú quieras porque no saben que tú las tienes”. El mercado, también la vida, no nos debe nada.
Los grandes inversores no se quejan, no culpan a nadie, invierten su energía en encontrar las siguientes oportunidades de ganancia y dejan atrás los errores aprendiendo algo de la experiencia.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/3FUTtPOWloU
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