Del cuaderno.
15 de abril de 2023.
Cuando nos decepciona algo es porque esperábamos otra cosa. ¿Culpa de nuestras expectativas o del acto que nos decepciona? ¿Debemos esperar poco de la gente para no decepcionarnos o esperar mucho a riesgo de decepcionarnos?
Supongo que la tercera opción es esperar mucho y aun así, pase lo que pase, no ser víctima de la decepción.
Profundizando.
Yo distinguiría entre las expectativas que creamos en otros y nuestras propias expectativas.
Para otras personas creo que es bueno generar expectativas entre realistas y modestas. Es mejor hacer que el jefe espere que un proyecto va a salir simplemente “bien”, que generar un entusiasmo enorme sobre unos resultados extraordinarios que es difícil alcanzar. Por ejemplo, usando metodologías ágiles de desarrollo (en el mundo del software) es mejor incluir en una etapa tareas con enormes posibilidades de realizarse con éxito, y luego añadir más; que planificar con demasiadas cosas y luego quedarse corto.
Esta estrategia puede funcionar bien en los negocios y en la vida personal. El secreto está en encontrar el punto óptimo entre no ser pesimistas aguafiestas (expectativas demasiado bajas), ni ser ilusos que siempre ilusionan con cosas que al final nunca cumplen la expectativa.
En el caso de nuestras propias expectativas el asunto se complica porque por la forma de ser de cada uno va a ser casi inevitable esperar mucho o poco de las cosas. Si el sueño de tu vida es trabajar en algo y llevas pensando en ello mucho tiempo, va a ser difícil que una reunión en la que puedes conseguirlo no te genere muchísimos nervios y una ilusión enorme. Aun con eso es bueno tener la mentalidad de que si no sale no pasa nada.
La vida es muy incierta. Proyectos iniciados con poca ambición sin esperar gran cosa en ocasiones terminan siendo un éxito rotundo. En otras ocasiones pasa lo contrario. Viene bien recordar, por otro lado, que la inmensa mayoría de proyectos (empresas pongo por caso) fracasan. Que haya éxito o fracaso en lo que hagas no depende completamente de ti. Lo que esperas de tus proyectos y como te tomas las cosas si salen bien o mal son cosas que están 100% bajo tu control. Tú decides cómo te sientes. Y desde ahí controlas como reaccionas a lo que te pasa en la vida.
Al final nuestra actitud es lo esencial. No me gusta mucho la idea de ser un optimista patológico por obligación. Lo de piensa en positivo y triunfarás y cosas por el estilo. Crea, da lo máximo que puedas, ten una buena actitud en todo lo que hagas y, si “fracasas”, por lo menos aprende de la experiencia. Levántate e inténtalo de nuevo. En lo mismo o con otra cosa.
Por otra parte, hablo por experiencia, muchos de nuestros fracasos terminan siendo bendiciones cuando los contemplamos desde el futuro más o menos lejano. Nos sentimos heridos y poco valiosos en el momento, pero es muy posible que el futuro demuestre lo afortunados que fuimos “fracasando”.
Relación con el ahorro y la inversión.
Veo a menudo (yo mismo caí en ello) que hay inversores que se marcan unos objetivos y hacen un seguimiento periódico cada demasiado poco tiempo para ver cómo va la cosa. Con ello generan mucha frustración y mucha ansiedad. Muchos dejan de invertir incluso, al ver que en seis meses han perdido dinero o simplemente no han alcanzado la rentabilidad deseada.
Las inversiones, como el whisky, necesitan tiempo para madurar. Si estamos elaborando un whisky de 20 años, ¿Tiene sentido ir a catarlo cada semana? Incluso puede ser (lo ignoro, no entiendo nada del tema) que el producto empeore temporalmente para luego mejorar y convertirse en algo excelente. Con la inversión pasa lo mismo. Sobre todo la inversión en acciones. El accionista es dueño de una porción de la empresa. Igual de dueño que si hubiese creado el mismo el negocio. ¿Esperamos que un negocio creado por nosotros de resultados buenos y visibles en un año? ¿En dos? No, se necesita mucho más tiempo y lo normal es que haya altibajos. ¿Por qué esperamos que una acción se revalorice a un porcentaje fijo cada mes?
La inversión es tan incierta que hasta poner una “expectativa” de rentabilidad puede no tener mucho sentido. Y habrá baches, sin duda. Por eso solo tiene sentido invertir a largo plazo. Participando en el mercado. Participando en la creación de riqueza. Y admitiendo que el resultado puede no ser el esperado. Incluso puede ser bueno no mirar la cartera casi nunca. Mejor que demasiado a menudo desde luego
En pocas actividades se aprende tanto y de una forma tan brutal de los errores. El fracaso es de lo más natural. El mayor error es no aprender de él. O rendirse, que he visto muchos casos. Entre los grandes inversores hay muchos ejemplos de aprendizajes dolorosos.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/yNHlFhxDMJM
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