Del cuaderno.
16 de abril de 2023.
Me gusta decir, en tono de humor, que me preocupa no cometer como mínimo tres errores al día. Errar es de humanos que le vamos a hacer. La buena noticia es que se aprende mucho de los errores., pero eso requiere reconocerlos y analizarlos con honestidad.
A mucha gente no le gusta hacerlo. Imagino que por orgullo, por no dar el brazo a torcer. Con ello pierden la ocasión de aprender cosas valiosas y de mostrar a los demás su mejor versión.
Profundizando.
Lo resumo en tres palabras: aprender, aprender y aprender. Cuando dejamos de aprender nos morimos, pero esa sería otra reflexión.
Los éxitos no enseñan demasiado, más allá de confirmarnos que vamos por el buen camino. Los éxitos generan mucha arrogancia que puede ser fatal en el futuro. Nos hacen creer que somos mejores de lo que realmente somos. No invitan al análisis. También conviene considerar que la suerte juega su papel. ¿Vino el éxito por suerte o por un trabajo bien hecho por un equipo extraordinario? Hay quien dice que la suerte no existe. Yo creo que sí. Miro atrás en mi vida y recuerdo episodios de buena y mala suerte. Por otra parte está aquello de que “la suerte te pille trabajando”. Tema controvertido. Pero a lo que vamos, el éxito es muy placentero pero tampoco se aprende gran cosa de él.
Sin embargo el fracaso nos pone en nuestro sitio. Nos da una cura de humildad. Nos preguntamos «¿por qué?” de forma natural y casi inevitable. Es una invitación al análisis, a sacar conclusiones. A ver, no quiero romantizar el fracaso, que por otra parte es inevitable. Pero digamos que teniendo una actitud adecuada puede ser un gran maestro.
Eso sí, el análisis de los reveses tiene que ser sincero y genuino. Echar la culpa a algo (o peor aún, a alguien) es una actitud común. Tan común como improductiva. Casi tóxica. Echar la culpa a “factores externos” es una excusa para protegernos de nuestra propia culpa. Lo explico con una anécdota:
Se dice que en una ocasión Rafael Nadal, tenista, perdió el primer set de un partido 6-1. Todavía peor, estaba jugando muy mal. Pero muy mal. Tirando golpes fuera de forma casi inexplicable. Un desastre, vaya. Entonces alguien le dijo que tenía roto el cordaje de la raqueta. Así era. Cambió a una raqueta nueva y ganó el partido. Preguntado sobre el incidente la respuesta fue que “tiendo a no culpar a factores externos cuando juego mal”. En otras palabras, atribuía el problema a sí mismo, a estar jugando mal, no al viento, la raqueta o la pista.
Del mismo modo es aconsejable centrar los análisis en uno mismo. ¿Qué hice mal? ¿Qué puedo hacer mejor en la siguiente ocasión? ¿Qué estoy aprendiendo de esto?
¡Os deseo muchos errores en la vida! Que sean pequeños a poder ser.
Relación con el ahorro y la inversión.
Todo esto tiene muchísimo que ver con el ahorro y la inversión. No ahorrar, o ahorrar y no invertir, es normalmente un error. Un error a corregir de la mejor forma posible, sin excusas. Habrás perdido tiempo valioso si tardas en darte cuenta, pero mejor es rectificar que seguir en el error. No importa la edad, salvo que se llegue ya realmente demasiado tarde.
Los aciertos o errores de inversión se juzgan la mayoría de las veces por las ganancias o pérdidas. Yo creo que este enfoque es equivocado. Por un lado la suerte ejerce una influencia poderosa. Si compro una acción porque me la recomienda un vecino y al día siguiente sube al doble ¿He acertado? Claramente no. Has comprado algo arriesgando tu dinero ahorrado con sudor sin tener ni puñetera idea y simplemente “ha sonado la flauta”. Has sido imprudente. Es un error, no un acierto. Y si hay en ello una lección es la de no repetir este comportamiento en el futuro. Y hacerlo de inmediato, antes de que imprudencias como estas reciban su merecido castigo.
Hay errores menos extremos que el de este ejemplo. Por ejemplo, perder dinero por no haber considerado una cierta información que estaba disponible en el momento de decidir comprar. Importante luchar en este caso contra el “sesgo de retrospectiva”, o sea, el creer que sabíamos que algo iba a suceder, que era obvio. Por ejemplo, compramos acciones de una empresa que tiene mucho negocio en un país en el que estalla una guerra. Puede no ser un error. La guerra no había comenzado en el momento de decidir la compra, aunque siempre haya algún listo que “lo veía venir”. Sin embargo dejar de lado algo como el exceso de deuda, algo público y conocido, y comprar para perder dinero si es un error.
Que esto de la inversión tiene muchos ángulos. Nadie tiene éxito con cada operación y es muy muy importante tener la claridad mental para distinguir aciertos y errores, para aprender y para mejorar. Son ideas simples pero no fáciles de aplicar.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/jSEr4LxIwDY
Conócete. Si quieres probar el coaching (financiero o de vida) escribe a: juan@entoscoaching.com.