Del cuaderno.
17 de abril de 2023.
Pasa en la vida en general, pero me parece especialmente relevante en el mundo de la inversión.
Tendemos a declarar decisiones como erróneas a partir de los resultados obtenidos con el beneficio de información de la que no se disponía al tomar la decisión.
A menudo una decisión bien tomada (jugada de póker con 95% de posibilidades de ganar) la consideramos errónea al perder la mano. Pero era la decisión adecuada. Recordemos que el mundo es incierto y que la suerte tiene su papel.
Las buenas decisiones de basan en el análisis de probabilidades.
Profundizando.
Encuentro este tema importante e interesante a la vez. Evaluar las decisiones realizadas en cualquier orden de la vida es imprescindible para extraer enseñanzas que nos permitan mejorar. Típicamente, si declaramos que una decisión fue un error queremos aprender para no repetir esa equivocación en el futuro.
Pero resulta que esto no es tan sencillo como parece. Declarar una decisión como acertada o equivocada no es fácil. A menudo esas declaraciones se basan sobre todo en el resultado obtenido. Normal. Vivimos en un mundo orientado al resultado. Si sale bien buena decisión, si sale mal mala decisión. ¿Es buena decisión jugar a la lotería? Si nos toca un premio sí y si no nos toca no es un análisis simplista y erróneo. Jugar a la lotería es siempre una mala decisión, porque las probabilidades están en contra del jugador. Lo que pase después es irrelevante para juzgar la decisión. Vivir a golpes de suerte no me parece una buena idea.
Sabéis que me gusta estudiar los sesgos psicológicos del ser humano. Los sesgos son aquellas tendencias que nos hacen errar por limitaciones mentales que todos los humanos tenemos. En el contexto que nos ocupa tiene mucha relevancia el “sesgo de retrospectiva”. En frases cortas se expresaría bien con aquello de “yo ya lo sabía” o como diría un castizo “estaba cantao”. Con más rigor, este sesgo ocurre cuando las personas perciben eventos pasados como más predecibles de lo que realmente fueron, especialmente después de conocer el resultado.
Recordemos que el futuro es incierto. O sea, impredecible. Una decisión se toma en un momento concreto con cierta información disponible. La información del momento. Por otro lado la información no está disponible de forma perfecta e inmediata para todos los seres humanos. Puede que datos importantes, estando disponibles, no llegasen al conocimiento del que tomó la decisión.
En economía se describen las interacciones humanas que la constituyen como un proceso continuo de descubrimiento. Los agentes económicos, a través de la acción, crean nueva información. Alteran el estado de cosas presente con la intención de conseguir sus objetivos. El proceso es infinito y orgánico a través de la participación de todos los seres humanos. Por estos motivos se dice que la economía no es un “por venir” (como si viésemos una película) sino un “por hacer” en el que todos somos protagonistas.
Una economía libre funciona tan bien porque esa información que se crea cada día influye en las decisiones a futuro de los participantes (particulares y empresas), atrayendo recursos a actividades rentables y haciendo fracasar proyectos que son inviables. Recordemos que el hombre destaca más por su adaptabilidad que por su inteligencia.
Así que la próxima vez que nos toque hacer un análisis de hechos pasados (en proyectos técnicos se usaba el macabro término de “post mortem”) seamos fríos y analíticos considerando las decisiones en función de las circunstancias en las que se tomaron. Luego los riesgos pueden materializarse llevando a malos resultados con decisiones que fueron buenas.
Relación con el ahorro y la inversión.
Una persona lleva 10 años ahorrando, o sea, sacrificando disfrute presente por bienestar futuro. Resulta que este individuo tiene la mala suerte de morirse a los 40. ¿Mala decisión lo de ahorrar? Parece un ejemplo traído por los pelos, pero eso de “querer ser el más rico del cementerio” lo he escuchado yo unas cuantas veces. Vamos, que mucha gente diría que ahorrar fue un error en este caso. Me permito discrepar. Morirse a los 40 (quitando circunstancias especiales) tiene una probabilidad muy baja. Vivir por encima de los 80 es muy común, es decir, nuestro malogrado ahorrador tenía muchos años por delante para disfrutar de su ahorro. Decisión correcta por probabilidades. Pena que la incertidumbre a veces juegue estas malas pasadas.
En el mundo de la inversión pasa exactamente lo mismo o incluso más. Se compran activos en la esperanza de venderlos a un precio superior. A veces se cosechan ganancias y a veces pérdidas. Se entiende mejor con ejemplos.
Imaginemos dos inversores en los meses anteriores a la crisis del Covid. Ambos compran acciones de una sola empresa. El uno elige una petrolera. El otro una farmacéutica. La petrolera cae a plomo mientras que la farmacéutica gana mucho, por motivos que no es necesario explicar. ¿Acertó el segundo y se equivocó el primero?
Por resultados sí. Pero no necesariamente un buen o mal resultado es fruto de una buena o mala decisión. Primer punto, una crisis de este tipo es del todo imposible de predecir. O sea, es algo de puro azar que influye mucho en el devenir del mercado. Ninguno de nuestros inversores del ejemplo tenían la más remota idea de lo que podía pasar. Es más, puede que el primer inversor (el que perdió) hubiese hecho un análisis riguroso de su empresa que indicaba un futuro prometedor, mientras que el segundo compró su farmacéutica de forma impulsiva porque alguien se lo dijo.
Puestas así las cosas, para mí, el que tomó una buena decisión fue el que invirtió en la petrolera.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/5hoqpDEO_UU
Conócete. Si quieres probar el coaching (financiero o de vida) escribe a: juan@entoscoaching.com.