Del cuaderno.
21 de abril de 2023.
Las decisiones importantes, las realmente importantes, con pocas: a qué te dedicas, donde vives, con quien te casas, crear una empresa…
Lo veo en proyectos de trabajo. Si se acierta con tres o cuatro decisiones importantes el proyecto rueda solo. Pasa lo mismo en la vida. Para lograr esto es importante tener claridad mental para distinguir las decisiones trascendentes del resto y dedicar más tiempo y esfuerzo en función de la importancia.
La vorágine de la vida con el añadido de las redes sociales nos ofusca, nos confunde y nos arrastra. Como que la vida “nos lleva” en vez de ser nosotros actores conscientes de la misma.
Profundizando.
Dedicamos en general mucho tiempo a decisiones con poca trascendencia. A cosillas que en el momento nos parecen importantes, pero que en el gran esquema de la vida no lo son tanto. Nuestra energía mental es limitada. Si la dedicamos a elegir el modelo óptimo de microondas que vamos a adquirir no la tendremos para pensar en si vivo en el lugar que me hace feliz. O en si esta pareja me conviene, si me veo con ella el resto de mi vida.
En mi época de ingeniero descubrí que en un proyecto de tecnología lo más importante eran las tres o cuatro decisiones que se adoptan al principio. Sí, en esa fase en la que hay “poco que hacer”. Los recursos necesarios, las herramientas, la estrategia de pruebas del sistema… Una vez se tienen claros esos puntos críticos, el proyecto sale casi solo. Es decir, en esa fase “perezosa” del proyecto se sientan las bases del éxito. Se busca la claridad que nos va a guiar, ya sin esfuerzo, en la ejecución de algo bien pensado.
Cada persona somos un proyecto. O tenemos un proyecto: nuestra vida. Pensar bien en las cosas realmente importantes es crucial. Las cosas gordas. Las preguntas importantes. ¿Cuáles son mis valores? ¿Qué es importante para mí? O incluso cosas aún más grandes como ¿Para qué estoy en el mundo? O ¿Cuál es el propósito de mi vida? Son preguntas difíciles de contestar. Pero por su enorme importancia son las que tenemos que esforzarnos en responder.
Pero hay muchos enemigos… La distracción. La falta de compromiso. Lo incómodo que resulta hacerse ese tipo de preguntas. El ego. No querer defraudar a personas a las que queremos. Mil cosas. A nivel colectivo “el sistema” nos quiere despreocupados, entretenidos, perdidos en nuestras redes sociales. Así, sin plantearnos nada trascendente somos más fáciles de manejar, más dóciles. Pero si nos dejamos arrastrar no tomaremos las mejores decisiones en esas cosas que son las que realmente importan a la hora de tener una buena vida.
La vida es limitada en el tiempo. Cuando alguien nos deja, vemos en sus decisiones importantes los grandes aciertos o fracasos de su trayectoria. El coche que conducían es irrelevante. Su gran pasión por las plantas y cómo su casa era reflejo de este interés es de lo que nos acordamos. Es un ejemplo tonto, lo sé. Pero creo que se entiende.
Muy a menudo no tenemos esa amplitud de miras para considerar que tenemos más posibilidades de las que contemplamos. Donde vives es un ejemplo. La mayoría de la gente vivimos donde vivimos por inercia, porque la vida nos ha traído aquí. Sin una elección consciente, quiero decir. Y se trata de un factor importante para llevar una vida satisfactoria. De nuevo, no sé si el ejemplo es el mejor. Si llega el mensaje me doy por satisfecho.
Relación con el ahorro y la inversión.
En temas de ahorro e inversión también es aplicable lo anterior. Hay decisiones trascendentes y luego cosilla menudas del día a día que tienen menos importancia.
La decisión para mí más importante en este ámbito es ser consciente de la necesidad de ahorrar y poner ese pensamiento en práctica. Ahorrar es ser previsor, tomar responsabilidad y ser consciente de que la vida es incertidumbre. ¡Casi nada!
Y una vez convertidos en ahorradores, la siguiente decisión que puede cambiar vidas es la de pasar a ser inversores. Ahorrar es necesario pero no suficiente. El motivo es que, desgraciadamente, las monedas que nos hemos dado los humanos deterioran su valor inexorablemente. O sea, que lo ahorrado va perdiendo valor. Llámalo inflación si quieres parecer inteligente. Mucha gente usa esto para gastarlo todo. Si el dinero se va “pudriendo” lo mejor es darle aire y pasarlo bien. Gastar es más divertido que ahorrar. Para mí esta es la decisión equivocada. Con todo el respeto a quien decide ir por ese camino.
Una vez que se decide ahorrar e invertir, el resto cómo que es muchísimo menos importante. Las bases ya están puestas. Casi de modo natural el “inversor” novel va a buscar respuesta a las preguntas ¿En qué puedo invertir? ¿Qué posibilidades hay de perder dinero? O sea, interés por los activos de inversión, su asignación en la cartera, el concepto de riesgo (y nuestra tolerancia al mismo), etc. No digo que no sean cosas importantes estas, lo son, pero lo son menos que haber llegado a ser inversor.
Incluso personas poco inclinadas a invertir por si mismas pueden adoptar modelos sencillísimos (indexación diversificada) o tener un asesor que les lleve el tema. Pero lo trascendente, invertir para el futuro, es algo que está resuelto porque se ha acertado en esa decisión tan importante.
Entramos en el terreno de reconocer nuestras propias limitaciones, pero esa es otra reflexión.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/z24q-ypZwNY
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