Del cuaderno.
30 de abril de 2023.
En nuestra mente hay una lucha permanente entre lo racional y lo emocional. Ambas facetas son inseparables y en ocasiones complementarias. Entenderlas es fundamental para comprenderse a uno mismo.
Hay decisiones que es mejor tomarlas con el cerebro racional, en frio, sin pasión… Eso requiere dominio y paciencia para dejar pasar estados de gran carga emocional. No estar enfadados, ni tristes, ni eufóricos, para aumentar las probabilidades de acertar. Que los sentimientos no nos nublen la mente.
Profundizando.
No pretendo, ni mucho menos, quitar importancia a nuestra parte emocional. Los sentimientos y las emociones son, entre otras cosas, lo que nos hace humanos. Lo que quiero decir es que hay cosas que deben dilucidarse de la forma más racional y objetiva posible. Tomamos al día infinidad de decisiones, algunas son triviales (qué marca de champú elijo) y otras no tanto (cómo financio mi jubilación). Pensar de forma racional y desapasionada consume mucha energía. Y la energía es limitada. Por tanto debemos emplearla para las decisiones importantes.
A veces las emociones se interponen en nuestro camino. Se nos nubla la vista o hacemos “lo que nos pide el cuerpo”. Casi todos hemos recibido algún correo que nos saca de nuestras casillas. Podemos dejarnos llevar por la ira o podemos adoptar una postura más inteligente, como por ejemplo dar unas horas de margen antes de contestar. Curiosamente, cuando nos dejamos llevar, utilizamos nuestro raciocinio para justificarnos. Alguien tenía que decirlo, por fin le he parado los pies, etc.
De nuevo, un gasto de energía cerebral estéril para sentirnos bien con una acción de la que con el tiempo nos arrepentiremos. Pero domar esos sentimientos súbitos e intensos requiere control y disciplina. La buena noticia es que está en nuestra mano controlar nuestras reacciones. Incluso creo que tenemos un cierto control sobre cómo nos sentimos. Lo que te hagan otros no lo puedes controlar, cómo te sientes al respecto sí. Y como reaccionas también.
La base de un comportamiento satisfactorio, para mí, es la consciencia. Es una palabra que me gusta cada vez más: consciencia. La consciencia es el primer paso para mejorar. Todos tenemos objetivos y aspiraciones. Todos queremos superar problemas y el primer paso para tener éxito es ser consciente de ellos. Desgraciadamente se nos invita a nivel social a “dejarnos llevar” y esto se puede convertir en un hábito inconsciente.
Un ejemplo claro es el marketing moderno. Que no deja de ser a menudo una manipulación poco ética de las emociones para conseguir un cierto resultado que no está necesariamente alineado con nuestros intereses. Por decirlo suavemente. Desde captar nuestro voto hasta incentivar un consumo poco responsable, vivimos inmersos en una lucha diaria contra la manipulación.
En todos estos casos donde nuestra circuitería emocional no está bien adaptada a la vida moderna tenemos que estar alerta, identificar esos sentimientos no productivos y utilizar la mente racional para elegir lo que realmente nos conviene. Y cuando fallemos, aprender para la próxima. Las emociones nos han servido para sobrevivir como especie, pero en una civilización moderna han perdido mucha de su utilidad
Dicho lo anterior, pienso que hay situaciones donde la componente emocional debe primar sobre consideraciones racionales. O al menos tener su participación en las decisiones. ¿Elijo el trabajo que da sentido a mi vida o algo que “paga bien”? También a veces hay que guiarse por la sensibilidad al tratar a las personas. Consolar a alguien por una pérdida no va a funcionar con argumentos cien por cien racionales. Aunque la muerte, pongo por caso, sea una realidad conocida e ineludible creo que es mejor dar un abrazo que intentar explicar a quien sufre la pérdida que no pasa nada.
Incluso en temas muy fríos y objetivos puede tener sentido tomar decisiones basadas en la emoción. Las viviendas son dadas a estas cosas, por ejemplo. El lugar donde crecimos o donde criamos a un hijo es para nosotros algo más que un objeto con cierto valor de mercado.
Relación con el ahorro y la inversión.
Los pensamientos anteriores son muy relevantes para el ahorro. Al final ahorrar es guardar parte de lo que ganamos renunciando al gasto inmediato. Y lo que nos pide el cuerpo es gastar ahora y disfrutar de la vida. Las técnicas de venta, la presión social y la infinidad de productos y servicios deseables que se cruzan en nuestro camino nos incitan a gastar hoy. Incluso a gastar lo que no tenemos cayendo entonces en la trampa de la deuda.
A ver, uno de los valores más importantes para mí es la libertad. La mía, por supuesto, pero también el respeto a la de los demás. Nada en contra de nadie que decida gastarse hasta el último céntimo en cosas que a lo mejor no necesita. Incluso a endeudarse para disfrutar de la vida. Lo que si recomiendo es “consciencia”. Ser conocedor de nuestro comportamiento y aceptarlo como correcto.
En conexión con lo del control emocional hay una técnica contra las compras compulsivas que consiste en no comprar eso que deseamos, darle unos días y considerarlo de nuevo. Si tras la espera seguimos todavía siendo de la misma opinión, entonces comprarlo. Es sorprendente que muchas veces eso que queríamos con tanta intensidad se nos olvida. O ya no lo deseamos pasado un tiempo.
El actuar con cabeza fría tiene una enorme relevancia también en la inversión. El desarrollo enorme que está alcanzando la psicología de las finanzas así lo demuestra. Hay libros enteros al respecto. Y seguro que cursos, asignaturas en programas académicos, etc.
Es imposible tocar este tema en profundidad con el espacio disponible aquí. Pero no puedo dejar de mencionar dos emociones que han arruinado a muchos inversores. O si no arruinado, al menos perjudicado mucho a su rentabilidad. Me refiero a la euforia y al pánico. La euforia causa compras irracionales a precios altos que a su vez generan más compras que a su vez generan más euforia… Un círculo vicioso de libro. Las llamadas burbujas, que suelen acabar mal. En estos episodios hay un componente psicológico individual y uno colectivo. El efecto manada como me gusta denominarlo.
El pánico es ese miedo irracional que nos captura cuando los precios caen con intensidad. El efecto es acumulativo y tras semanas de bajadas llega un momento en el que “no podemos más”. Esa emoción de sálvese quien pueda produce ventas a precio de derribo que causa más bajadas de precios que causa más ventas… En momentos así es bueno ponerse el “gorro de pensar” y no dejarse llevar. Los trompazos del mercado se suelen recuperar con cierta rapidez y por otro lado son momentos más de comprar que de vender. Lo contrario en las burbujas.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/_00U3Zj6DwE
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