Del cuaderno.
1 de mayo de 2023.
Cuando actuamos, nuestros actos tienen consecuencias que modifican la realidad. Lo mismo sucede con lo que hagan los miles de millones de personas con las que compartimos el planeta.
En este mundo tan complejo a menudo nos preguntamos: ¿Qué hubiese pasado si…? Esta pregunta implica necesariamente predecir resultados de acciones, lo cual se me antoja imposible. Juzgamos nuestras decisiones por sus consecuencias y por lo que creemos que hubiese pasado de haber decidido de otro modo, pero es imposible saber que hubiese sucedido si esto o lo otro.
Al final la realidad es una y escenarios imaginarios son impredecibles. La respuesta es “nunca lo sabremos”. En el fondo la pregunta es sugerente pero equivocada.
Profundizando.
El mundo es muy complejo y está enormemente interconectado, con lo cual el conjunto de causas y efectos de lo que hagan cada persona y cada organización de personas forma una maraña inmensa y caótica. De ahí que predecir el efecto de cada acción en un entorno de inmensa complejidad sea una tarea complicadísima. El resultado de nuestras acciones individuales es difícil de aislar, ya que depende de las interacciones con otros.
En el sistema caótico que es el mundo hoy, la decisión de alguien en Chicago puede resultar en que se cancela un contrato con un proveedor que a su vez toma otras decisiones que por efecto dominó resultan en que perdemos nuestro empleo. Imprevisible. Impredecible. Podemos haber hecho todo lo posible para afianzarnos en nuestro trabajo, pero las circunstancias han determinado otras consecuencias. Es sólo un ejemplo. No es complicado encontrar muchos otros.
Nuestras vidas son un juego de descubrimiento de información. Cada uno de nosotros “creamos” y vamos recibiendo información sobre la que actuamos. Nuestros comportamientos crean y transmiten más información que a su vez influye en otras decisiones. Por eso la economía, centrada en el comportamiento humano, es una ciencia difícil. Porque es muy difícil aislar partecitas y estudiarlas en un laboratorio como hacen la física o la química.
Resumiendo, que predecir el resultado de algo real, de nuestras decisiones, es harto difícil. Cuanto más lo será determinar las consecuencias que hubiese tenido una acción que ni siquiera llevamos a cabo. Tenemos imaginación y podemos por tanto ponernos en escenarios irreales, pero de ahí a saber “qué hubiera pasado si” hay un abismo.
Personalmente creo que son preguntas falaces que no tienen mucho sentido. Sin embargo las utilizamos con frecuencia. Si yo hubiese hecho esto en vez de aquello… Fallé al tirar por este camino y no el otro… Acerté al decidir A y no B… Lisa y llanamente, no lo sabemos, y nunca lo sabremos. Eso dejando aparte que decisiones desacertadas pueden llevar a consecuencias muy positivas. Y viceversa.
Si esta reflexión nos trae una enseñanza es que hay que elegir cuidadosamente las preguntas que nos hacemos y que planteamos a otros. Una pregunta buena abre la puerta al descubrimiento y al aprendizaje a través de la conversación. Se me viene a la cabeza el método Socrático en el que el maestro va guiando a los discípulos en su aprendizaje haciendo buenas preguntas.
De preguntas a las que no tendremos respuesta es difícil sacar nada útil.
Relación con el ahorro y la inversión.
Los precios los determina la acción colectiva de miles de inversores actuando cada uno por su cuenta. El “mercado” no deja de ser un consenso o punto de equilibrio determinado por infinidad de acciones, que a su vez tienen muchas motivaciones posibles. Esas decisiones, determinadas en buena parte por la información disponible, van evolucionando con la aparición de información nueva.
Muchos dichos de inversión se relacionan con estas ideas. Por ejemplo, aquello de que “si está en las noticias, está en el precio”. O la de “cuando vendas una acción piensa en los motivos que pueda tener el que te la compra”. Información que se va creando y descubriendo. Alguna pública y otra privada. Todo ese cúmulo de datos, motivos y circunstancias es lo que de forma complejísima termina cristalizando en un número: el precio.
El buen inversor tiene una forma de pensar muy aplicable a la vida en general. Acepta la incertidumbre. Al someternos al juicio del mercado tenemos que ser conscientes de lo que podemos controlar, en lo que podemos influir y lo que está totalmente fuera de nuestra esfera de control. Podemos controlar nuestro proceso, podemos influir en otros con nuestras palabras y ejemplo, pero la enorme mayoría de elementos están totalmente fuera de nuestras posibilidades.
Preguntarnos “que hubiese pasado si”, muy común entre los inversores, es una pregunta estéril en mi humilde opinión. En este mundo incierto de la inversión, lo más que podemos hacer es ejercer la reflexión y la disciplina sobre nuestras acciones, y estar preparados para lo que pueda venir.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/D6ri4IykgnI
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