Del cuaderno.
2 de mayo de 2023.
Me refiero a la educación, mejor dicho, se refiere Marco Aurelio a la educación en sus Meditaciones.
Somos en buena medida lo que nos han inculcado nuestras familias y maestros. Lo que invirtamos en educación bien nos será devuelto multiplicado. Invertir en libros, buenos cursos, buenos colegios para nuestros hijos, aprender idiomas, es una apuesta segura.
Hoy en día es posible formarse con un coste reducido con estar solamente dispuestos a invertir nuestro tiempo.
Profundizando.
Es muy importante, en términos genéricos, distinguir entre gasto e inversión. Inversión es aquello que incrementa un capital, no sólo un capital económico, un capital en general, que es todo aquello de lo que esperamos sacar un beneficio en el futuro. La educación es claramente parte del capital humano de una persona. Un capital intangible que tiene unas implicaciones financieras muy tangibles.
Invertir en educación, a nivel personal o colectivo, es algo que casi siempre, de un modo o de otro, producirá beneficios en el futuro. Insisto, no me refiero solamente a dinero (ganar más) sino a todo tipo de beneficios. Disfrutar más de las cosas y de la vida en general está íntimamente relacionado con el conocimiento. Cuanto más sabes más aprecias. El conocimiento contribuye enormemente a la consciencia, que para mí es esencial para una buena vida.
La educación habilita, posibilita, abre puertas. Nos dice Vargas Llosa en su discurso de aceptación del premio Nobel de literatura que aprender a leer “es lo mejor que le pasó en la vida”. Es un buen ejemplo. En el mismo discurso el escritor explica cómo saber leer le permitió acceder a miles de historias maravillosas para terminar, él mismo, escribiendo sus propias obras.
Curioso que Marco Aurelio, hace ya un par de milenios, fuese consciente de su importancia. En su época la instrucción era cosa de las élites, hoy en día es algo accesible a casi todo el mundo. A través de las nuevas tecnologías llevamos en nuestro bolsillo toda la sabiduría acumulada por la humanidad a través de la historia. Se trata de un regalo de los tiempos que tenemos que aprovechar.
Encuentro importante aprender algo nuevo cada día. El aprendizaje no termina nunca. Siempre queda algo por conocer que no sabíamos. A veces aprender cuesta dinero, pero sería un error considerar estos costes como gastos. El propio refranero está lleno de referencias al aprendizaje. “El saber no ocupa lugar”. “No te acostarás sin saber una cosa más”. Todos deberíamos tener en nuestros presupuestos domésticos una partida destinada a libros.
Encuentro también que en nuestra civilización (y en estos tiempos) tenemos una concepción demasiado utilitarista de la educación. Fomentamos y buscamos el aprendizaje de cosas “que sirvan para algo”. Que sirvan para algo aquí y ahora, o de forma casi inmediata. Carreras que paguen bien. Áreas de conocimiento “con salidas”. Esta obsesión por la utilidad encuentra su expresión en el fenómeno irritante (al menos para mí) de la “titulitis”. Tener un título, un diploma. Lo importante no es saber, es tener un papel que diga que sabemos.
Es como que la filosofía, el latín, hablar húngaro o jugar bien al ajedrez no tuviesen valor. Lo tienen. Lo tienen porque nuestros cerebros funcionan de forma curiosa, casi misteriosa. Nuestra circuitería neuronal se esculpe con nuestras actividades y conocimientos. Es algo que se estudia cada vez más de forma científica con resultados sorprendentes. Por ejemplo, cómo afecta el bilingüismo en niños a sus capacidades cognitivas. La promoción del ajedrez como herramienta educativa en varios países es otro buen ejemplo. O la importancia (escasa en mi época) que se le va dando a disciplinas como el deporte o la música desde edades tempranas.
Relación con el ahorro y la inversión.
El ahorro está íntimamente relacionado con la educación. Con la Educación con mayúsculas. La que se da en casa. Con la educación que no cuesta dinero. De familias austeras y prudentes suelen salir personas ahorradoras. Simplemente con el ejemplo. Sería interesante ver la correlación entre la gestión económica de las familias y la propensión al ahorro de los hijos que se crían en ellas. Como padres no debemos renunciar a educar sobre el dinero, que es algo positivo y para toda la vida.
El caso de la inversión es enormemente curioso a este respecto. Muchos grandes inversores no tienen la formación que sería de esperar en economía y finanzas. Para mí (parte interesada) este tipo de educación no es imprescindible. A ver, no digo que conocimientos en estas materias sean inútiles, digo que se pueden aprender de forma autodidacta sin necesidad de títulos acreditativos.
Los grandes inversores, al menos muchos de ellos, tienen obsesión con la lectura. Se forman de forma continua a través de libros. La inversión tranquila, la que a mí me gusta, se basa en el análisis y la reflexión pausada con largos periodos de espera paciente. Y es en esa espera donde podemos aprovechar para aprender, aprender y aprender.
Encuentro especialmente importante desarrollar el pensamiento crítico para enfocar la inversión desde la independencia. Para ver donde otros no ven. Para tener una opinión propia. Decía un buen amigo mío, inversor, que él quería formarse para invertir “con criterio”. Le doy un diez por saber reconocer sus carencias y tener un objetivo tan bien formulado.
En mi opinión con la inversión, como con tantas otras disciplinas, es importante no verse desbordado con la infinidad de conocimientos disponibles. Sobre todo si no se tiene un especial interés a nivel intelectual. Basta con conocer ese 20% que proporciona el 80% de los beneficios.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/aFVrA7zcG04
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