Del cuaderno.
4 de mayo de 2023.
Creo en las relaciones basadas en la reciprocidad, es decir, cuando derechos y obligaciones se aplican a ambos lados de una relación. Es fácil verificar si una relación es recíproca. Si puedo irme de un trabajo dando un preaviso de tantos días me parece justo que la otra parte pueda hacer lo mismo. Opinión controvertida, lo sé. A menudo las relaciones son de otro modo “para proteger al débil” lo cual causa todo tipo de distorsiones que se corrigen por otras vías.
A nivel personal la reciprocidad es una herramienta útil. Desde la defensa propia, a que a menudo tratamos a otros como ellos nos tratan a nosotros. “Deber favores” es una manifestación de esta reciprocidad “natural”.
La asimetría en las relaciones esconde a menudo tratos injustos o incluso abusivos a las personas.
Profundizando.
Esta reflexión es personal. Vamos, que no la he traído de lecturas o podcasts. La reciprocidad está muy relacionada con un concepto que usamos mucho los humanos: la justicia. Posiblemente sea una derivada del concepto de equilibrio traído al mundo de las relaciones entre personas u otras entidades.
En relaciones personales observo que con cierta gente la conversación es 90% sobre ellos y 10% sobre mí. Lo mismo hago yo lo mismo, que a veces que es fácil ver la paja en el ojo ajeno. Este tipo de trato entre individuos es claramente desequilibrado y no se puede calificar, en sentido estricto, de amistad auténtica. Podemos usar este criterio a la hora de mejorar nuestras relaciones. Si nos damos cuenta de que dominamos en exceso las conversaciones es bueno escuchar más. Escucha activa, por supuesto. Invitando al otro a contar más. Dentro de un orden, claro, no vayamos a caer en el 90/10 con los papeles cambiados.
Podemos aprender mucho de este principio de reciprocidad en las relaciones comerciales. He visto muchas veces que el trato entre cliente y proveedor es muy desigual a propósito. El cliente, sobre todo si es una empresa grande, maltrata al pequeño contratista estrujando con los precios y condiciones. Lo considero un error porque la parte maltratada aplica lo de la reciprocidad y no se siente obligada a hacer un buen trabajo. Aquello del chiste que decía “me habrán engañado con el sueldo, pero no me voy a dejar engañar con los horarios”.
Entre los principios psicológicos de la persuasión está justamente la reciprocidad. Es algo muy estudiado por su utilidad en marketing y ventas. Cuando nos dan algo sentimos una propensión a “devolver el favor”. Por eso las empresas regalan cosas, mandan un detalle en Navidad y cosas así. Incluso los empleados valoran a menudo los pequeños extras tanto o más como el salario en sí. Recuerdo una empresa en la que trabajé que hizo muchos recortes de todo tipo, exceptuando eso si las salas con café y galletas gratis. Los empleados respondíamos a esa cortesía haciendo más por la empresa. De forma inconsciente. A ver, recuerdo que el café era realmente bueno.
Estas relaciones basadas en la reciprocidad deberían (pienso que no es el caso) aplicarse a los países. En el fondo. un tratamiento hostil y prepotente se siente como que da derecho a hacer lo mismo de vuelta, a pagar con la misma moneda. En las relaciones internacionales es común mirar a otros por encima del hombro o a pensar que si a ellos les va mal a mí me irá bien. Yo creo que es precisamente todo lo contrario. Que nos puede ir mejor a todos. Más aun, que si a otros les va bien puede ser beneficioso para nosotros. Solamente mi opinión, tampoco voy yo a dar lecciones de geopolítica.
Para concluir, encuentro útil la reciprocidad para evaluar las relaciones personales, empresariales e internacionales. Lo comparto por si resulta útil a alguien más. Todo lo que pueda ayudar al pensamiento crítico debe ser bienvenido
Relación con el ahorro y la inversión.
Reconozco que esta reflexión es de las más difíciles de relacionar con el ahorro y la inversión. Los que estamos obsesionados con estos temas le vemos a todo relación con ellos. Así que vamos allá.
Para ahorrar e invertir necesitamos la ayuda de entidades como los bancos, las plataformas de inversión o las bolsas de valores. ¿Cómo nos tratan? Si el trato no es justo y equilibrado recomiendo cambiarse de proveedor. Recuerdo un banco que nos trataba francamente mal. Debería nombrarlo pero la vida es muy corta para pasársela en un juzgado. Tuvimos que protestar tantas veces que los empleados de la sucursal ya temblaban cuando veían entrar a mi señora.
Lo mismo aplica a países. Si una jurisdicción no es amable contigo como inversor huye de ella. Ejemplo, en Reino Unido hay un impuesto a la compra de acciones que no existe en otros países. Se ha citado esto como causa de que el mercado británico haya caído en desgracia respecto a otros como el norteamericano. A ver, el impuesto no es grande pero supone un trato poco justo a los inversores. Cosas similares pasan de país a país, por ejemplo, con la retención sobre los dividendos.
Los sistemas fiscales también aplican la ley del embudo con cierta profusión. Por ejemplo, gravando beneficios de actividades sin permitir desgravarse completamente las pérdidas. Sucedió hace años con los jugadores profesionales de póker que pasaban por taquilla con sus ganancias pero no se les compensaba por las pérdidas. Seguro que hay muchos más ejemplos.
Vamos, que soy partidario, a criterio de cada uno, de votar con los pies. Yo lo he hecho más de una vez. Respecto a la inversión merecen una mención especial los bancos que recomiendan a inversores lo que le viene bien al banco más que lo que le conviene al cliente. Una opinión. Que cada uno lo mire cuidadosamente, que la prosperidad es una criatura delicada en la que cada detalle importa.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/tOu6LQIjHng
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