Del cuaderno.
7 de mayo de 2023.
La vida es más simple si tenemos una visión, un propósito a la hora de vivirla. Una misión, unos objetivos. Un algo que nos mueve a actuar con pasión. Sin un propósito la vida se hace cuesta arriba. Trabajar se convierte en una tortura, en un simple medio de subsistencia.
La insatisfacción nos lleva entonces a buscar placeres que en el fondo no nos satisfacen. La gran pregunta es ¿Y cómo encontramos nuestro propósito? ¿Tenemos que buscarlo racionalmente con esfuerzo mirando hacia adentro o basta que “escuchemos la llamada”?
O sea ¿Vendrá nuestra misión en la vida a nosotros o tenemos que salir a buscarla?
Profundizando.
Esta es de las reflexiones más profundas del libro porque se refiere a la gran pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿Para qué estoy en el mundo? Utilizo esta pregunta en segunda persona con algunos de mis clientes de coaching. Lo habitual es que el largo silencio que sigue a la pregunta se pueda cortar con cuchillo. Casi nadie la responde de forma rápida y directa. Algunos intentan dar una respuesta que me guste a mí, o que justifique una sensación de vacío interior. No es una pregunta fácil, las cosas como son.
Me recuerda esto a una definición que escuché hace tiempo (no recuerdo la fuente) de lo que pudiera ser el juicio final. Decía esta persona que el juicio después de la muerte biológica consiste en encontrarse solo en un estado de consciencia donde se ve toda la vida en su verdad absoluta. Lo que hicimos, lo que no hicimos, como afectaron nuestras acciones a otros, que vidas tocamos para bien y para mal… Todo. Y el juicio es ese autoconocimiento pleno en el que nosotros mismos nos vemos sin tapujo de ninguna clase y desprovistos del ego.
En coaching este tipo de conceptos se engloban bajo el paraguas de la Plenitud, con elementos como el propósito de vida, los valores, el líder interior (nuestra mejor versión), el saboteador (los miedos), los aliados… La felicidad solamente existe en un propósito que esté alineado con nuestros valores. Desde este punto de vista, la felicidad debemos buscarla en nuestro interior, no tanto en cosas externas.
Pero conocerse a uno mismo, paradójicamente, es muy difícil. Parecido a reconocer y controlar el movimiento de nuestro propio cuerpo cuando realizamos una actividad física. Si nos vemos en un video bailando es fácil que la primera impresión sea ¿¡Soy yo esa persona!? Me parece muy curioso este efecto. Del mismo modo, si recibimos opiniones genuinas sobre nosotros (feedback), es común que no nos reconozcamos en ellas.
Este no reconocernos se debe, en mi opinión, a la influencia del ego. Pienso que en la vida vamos (salvo excepciones contadas) con una máscara que proyecta algo que no somos. Tenemos miedo a mostrarnos con autenticidad, a no gustar, a que piensen esto o aquello de nosotros… En resumidas cuentas, buscamos el sentido de la vida y la felicidad en lo externo, en nuestra imagen o en nuestra reputación. En el caso de la felicidad es muy frecuente creer, por ejemplo, que el dinero nos hará felices. O si nuestra pareja “nos entendiese”. Casi siempre cosas que dependen de otros y que vienen del exterior.
Yo creo que es justamente al revés. El propósito de vida está en nuestro interior. Y encontrarlo a través del autoconocimiento es nuestra misión. Se dice que es importantísimo conocer tu misión, y si no la conoces, entonces tu misión es encontrar tu misión. Es una forma ingeniosa de describir esa búsqueda de lo que es más importante en nuestra vida. De lo más importante, sin duda.
El caso es que hay personas que encuentran su camino como por revelación. Encuentran un buen día su sentido en algo concreto. A veces esto sucede en la infancia. Hay personas con una vocación tan intensa que no se ven haciendo otra cosa. Sospecho que mucha más gente recibe esa “llamada” pero no la escucha. Por miedo. Por querer complacer a otros. Por buscar el éxito de forma equivocada, un éxito centrado en lo puramente económico.
Pienso mucho sobre estos temas e invito a todo el mundo a hacerlo. Sería un gran antídoto contra la infelicidad crónica que padecen nuestras sociedades. Contra la depresión y contra la ansiedad. Y por qué no decirlo, contra esa lacra de la que no queremos hablar llamada suicidio.
Relación con el ahorro y la inversión.
Todo lo anterior es muy abstracto, hasta poético diría yo. Pero la vida tiene muchos aspectos muy mundanos. Casi todo lo que queramos hacer requiere recursos económicos. Una cosa es tener sueños y aspiraciones, y otra muy distinta financiarlos. El propósito de una vida hay que desarrollarlo en libertad y recordemos que la riqueza es libertad.
Entonces, si necesitamos libertad y las cosas externas (el consumo excesivo por ejemplo) no nos hacen felices, tiene todo el sentido del mundo ahorrar e invertir. Ello nos permite permitirnos las cosas importantes que si nos dan propósito de vida. Cualquier cosa que queramos cambiar necesitará de dinero: un curso, tiempo sabático, viajes… El cambio, a su vez, es difícil por culpa de nuestros miedos. Con recursos ahorrados podemos hacer desaparecer buena parte del temor al cambio. Vamos, o hacer que nuestra transformación pueda tener lugar. Que la falta de recursos no tome nuestras decisiones por nosotros.
Por último, el interés por la inversión también es una llamada. A mí es un campo que me encanta, pero claro, entiendo que no es algo para todos. Y mucha gente piensa que invertir requiere de una dedicación y de unos conocimientos altos. No es así. Hay modalidades simples de inversión que dan buenos resultados y permiten a las personas dedicarse a lo que les importa a ellos. Se puede invertir bien sin ser economista del mismo modo que se puede comer bien sin ser nutricionista.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/fuvZY0Ty-XA
Conócete. Si quieres probar el coaching (financiero o de vida) escribe a: juan@entoscoaching.com.