Del cuaderno.
14 de mayo de 2023.
Me resulta curioso que tanto a nivel personal como social actuamos (o no actuamos) a sabiendas de que nos conviene conducirnos de otra forma.
Supongo que hay muchas razones para ello. En lo personal la búsqueda del placer y las adicciones, por poner ejemplos. Por eso fumamos y bebemos en exceso. Por eso jugamos por dinero. Por eso comemos mal o no hacemos suficiente ejercicio.
En lo social creo que el factor más destacable es “la opinión pública”. Por ejemplo la ciencia económica conoce de sobra las causas (y por tanto los remedios) para males como la inflación y el desempleo. Pero ciertas medidas no se aplican por resultar impopulares. Los políticos tienen por fin mantenerse en el poder, no gestionar los países para el bien de todos.
Profundizando.
Creo que a estas alturas de la historia está claro que los humanos actuamos basándonos sobre todo en las emociones. Los psicólogos, y no digamos los expertos en marketing, lo saben de sobra. Para mí esta es la causa principal de no actuar en consonancia con lo que nos conviene. Esas pequeñas emisiones de dopamina que nos causan placer pueden llevarnos, y nos llevan, a la adicción. Las drogas actúan así desde un ámbito puramente químico. Otras actividades o comportamientos con potencial adictivo actúan de un modo muy parecido: el juego, las redes sociales…
Lo de no actuar correctamente es un tema clásico en la filosofía y la religión. Pensando en la religión cristiana, en particular en la católica, el concepto de pecado es justamente hacer lo que no deberíamos. Hasta existe el pecado por omisión, que es no hacer lo que si deberíamos. Esto refuerza la idea de que “no hacer” es una de las posibles acciones posibles. Parece enrevesado pero no lo es tanto.
En términos prácticos es importante tener un espíritu de mejora. Hacer un análisis de lo que queremos y qué debemos hacer para lograrlo. Para mí este análisis es la parte fácil, lo difícil es luego llevar a cabo las acciones necesarias que creemos necesarias para alcanzar nuestros fines. Este proceso también está muy arraigado en el concepto de “propósito de la enmienda” del sacramento de la confesión. No propongo la religión como camino de mejora. Ni estoy en contra. Solamente constato que estos conceptos, que a veces parece que son descubrimientos del hombre moderno, han estado con nosotros durante siglos.
En este camino de mejora que todos deberíamos perseguir, me resulta interesante el concepto de resistencia al cambio. A veces denominado inmunidad al cambio. La idea es sencilla, a veces no cambiamos nuestros comportamientos porque los que adoptamos en su lugar protegen de algún modo nuestra identidad. O nuestras creencias. O nos causan el doloroso trauma de reconocer que hemos estado equivocados.
Por ejemplo, muchas personas quieren dejar de fumar. Más allá del elemento adictivo, que sin duda existe, hay un elemento psicológico de resistencia. El fumador típicamente ha ido creando excusas para su hábito. Desde las más benignas como la de “no tengo otros vicios”, a otras más elaboradas como que “no es malo para la salud”. Recuerdo que en mi infancia y juventud muchos médicos eran fumadores. Este conjunto de justificaciones, con el tiempo, entran a formar parte de nuestra identidad, creando una resistencia al cambio. Inconscientemente defendemos nuestra identidad y cualquier ataque a ella la percibimos como una amenaza.
Pero es que esto de actuar mal a sabiendas también tiene dimensiones sociales. Volviendo al ejemplo del fumador, el tabaco tiene una dimensión social. Más aun el alcohol. Tiene que ser horrible querer dejar el alcoholismo cuando la bebida está en todas partes como un símbolo de camaradería y celebración. Al alcohólico no le ayudan esas botellas en la mesa el día de Navidad o lo de “ir a tomar unas cañas” después del trabajo. Justamente dejar el tabaco se ha hecho más fácil desde que no está tan bien visto socialmente.
Ampliando el grupo social tengo que pedir disculpas por traer una vez más a colación la política. Pero es que la política no deja de ser el sistema que tenemos para adoptar decisiones a nivel colectivo. Es un aspecto que creo que se ha deteriorado mucho en tiempos recientes. Quiero decir que hace tiempo había un cierto número de líderes que estaban en política buscando lo mejor para su ciudad o su país. No parece que esa raza de líderes esté ya muy de moda.
Los motivos para no hacer lo que conviene a la ciudadanía son claros. Motivos personales. Ya no se está en política para servir, sino para servirse. El interés común pasa a un tercer plano si los intereses del gobernante están bien servidos. Se pasa así al populismo. Obtener votos y mantenerse en el poder es el objetivo, no mejorar las condiciones de vida del ciudadano común. Tengámoslo en cuenta, no solo a la hora de votar, sino en el día a día.
Relación con el ahorro y la inversión.
La adicción del que sabe que debe ahorrar y no lo hace son los gastos excesivos. El mundo moderno nos provee una cantidad gigantesca de cosas muy placenteras en las que gastar el dinero. También en esto, como en otros comportamientos no deseables, el genio humano se expresa en toda su creatividad elaborando excusas. La facilidad para obtener crédito nos permite incluso consumir, aunque sea temporalmente, por encima de nuestros ingresos.
O sea, todo lo del apartado anterior aplica a la gestión del dinero. A nivel individual, a nivel social en grupos pequeños (mostrar esas vacaciones maravillosas en Instagram) y en colectivos más amplios (los déficits públicos crónicos financiados con deuda).
Desde mi punto de vista es como que los tres niveles se confabulasen para que no gestionemos bien nuestro dinero. Individualmente el consumismo dificulta el ahorro. En el grupo cercano también, ya que por lo general, gastar está mejor visto que “enriquecerse” ahorrando e invirtiendo. Al nivel más amplio los poderosos desincentivan el ahorro y la inversión con inflación e impuestos.
Pongamos un ejemplo a nivel de países: las pensiones públicas. Yo no creo que vayan a desaparecer, pero es muy difícil que se mantengan tal como están. Es un problema de matemáticas. Ahora mismo en España el sistema ya tiene déficit y la tendencia demográfica es a que la situación empeore. Lo de menos jóvenes contribuyendo y más jubilados cobrando es ya una realidad. ¿Por qué no se hace algo? Bueno, porque no es agradable hablar del tema y el gobernante no quiere jugarse tantos votos diciendo cosas que no le van a hacer muy popular.
Seamos conscientes, al menos, de cuál es el comportamiento correcto en lo financiero. Y a ser posible actuar en consecuencia. Actuar bien a sabiendas.
Reflexión improvisada en audio: https://youtu.be/fe8j5Iixt4E
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