En este artículo planteamos los distintos grados de salud financiera que podemos conseguir como personas individuales o familias según las prácticas que adoptemos en el manejo de nuestro dinero.
Cuenta la leyenda que un tío de mi madre (sacerdote Jesuita) describía la limpieza utilizando tres categorías. La limpieza de primera consiste en cuidar cada rincón de la casa y limpiarlo de forma meticulosa y frecuente. La limpieza de segunda se preocupa de los lugares más obvios y de uso diario, dejando de lado las esquinas recónditas y los lugares que tapan los muebles. La limpieza de tercera consiste en abrir las ventanas. La suciedad que quiere irse se va y la que quiere quedarse se queda.
Algo similar sucede con la salud financiera de las personas y las familias. Describo las categorías de peor a mejor para ilustrar “el camino de la virtud”. Espero que ese orden nos ayude a todos a mejorar en este aspecto tan importante de la vida. Con el término persona se incluye familia en el resto del artículo.
Una persona tiene una salud financiera de tercera si tiene deudas que terminan requiriendo el uso de la mayoría de los ingresos normales corrientes. Es discutible si del concepto “deuda” deben excluirse las hipotecas, que al final están garantizadas por la vivienda y suponen el ahorro del pago de su alquiler. En todo caso la hipoteca debe ser prudente y pagable en circunstancias normales con un tipo de interés superior al actual. Es decir, conviene hacer un pequeño “test de estrés” del estilo de “¿podría pagar las cuotas si el interés aumentase un 5%?”. Pero para no irnos por las ramas, una persona está en esta tercera categoría si tiende a utilizar mucho la deuda de forma prolongada. El coche, las vacaciones, los electrodomésticos, artículos de consumo…
En estas economías personales el interés compuesto actúa como un viento en contra. Muchas veces se desconoce el coste del crédito y en los casos más graves llega a acumularse una deuda asfixiante. Pagamos intereses por cosas innecesarias y esos intereses son dinero que literalmente tiramos a la basura enriqueciendo a otros. Nótese que hay circunstancias en las que si tiene sentido endeudarse, por ejemplo para la compra del primer vehículo necesario para trabajar a una edad en la que no se ha podido ahorrar. Aun así, siempre es bueno plantearse la compra de un coche más asequible si es que no nos podemos permitir lo que queremos.
En la salud financiera de segunda hay menos deudas. Salvo la vivienda y algún artículo caro como el coche se suele pagar al contado. Se ahorra a corto plazo para pagar gastos que no son del día a día (por ejemplo, unas vacaciones) y si no se tiene el dinero se prescinde de ese gasto. A pesar de esta mejora, una persona con salud financiera de segunda suele, en plazos de uno o dos años, gastarse más o menos lo que ingresa. No hay colchón ni se piensa demasiado en el futuro.
Resulta pertinente en este punto hacer alguna reflexión sobre la deuda. La deuda, en términos sencillos, no es más que traer riqueza del futuro al presente. O sea, esa ropa comprada con la tarjeta de crédito se pagará con ingresos de dentro de unos meses o años. Por la misma regla de tres ahorrar e invertir es llevar riqueza del presente al futuro.
En la salud financiera de primera no hay deudas (podemos exceptuar hipoteca por sus peculiaridades ya mencionadas). La persona tiene además un colchón financiero para absorber shocks como quedarse sin trabajo. Los expertos en economía doméstica sugieren tener disponible una cantidad equivalente a los gastos del hogar de entre 6 meses y un año. Además, esta persona de primera división financiera ahorra una parte sustancial de sus ingresos. Yo diría que lo mínimo recomendable (a lo mejor es pedir mucho) es el 10% o más. Depende de la etapa de la vida, lógicamente se puede ahorrar más en la madurez que en la juventud, ya que los ingresos suelen ser más elevados y ciertas necesidades han sido ya cubiertas. El jugador de primera división financiera es previsor, invierte para sí mismo y para los suyos. Se trata de alguien que ha ejercido la prudencia a lo largo de su vida y que recoge intereses en vez de pagárselos a otro.
Como en casi todos los ámbitos de la vida, llegar a niveles altos (de lo que sea) tiene una componente innata y una componente de entrenamiento. Ayuda mucho tener una personalidad prudente y equilibrada. Una personalidad donde el auto control es una característica prominente. Ahorrar significa dejar de consumir y eso requiere disciplina, ya que las sociedades capitalistas modernas nos ofrecen montones de ocasiones para adquirir cosas aquí y ahora. A la vez que todo esto, es posible lograr la independencia financiera si se empieza pronto y se “entrena” uno a tener una disciplina de ahorro. La persona que camina hacia la independencia financiera suele, por último, ser generosa. Sabe que el capital ahorrado lo podrá disfrutar en buena parte, pero siendo prudente algo va a quedar una vez que se deje este mundo. No sé qué tiene de malo la solidaridad intergeneracional.
El ascenso de tercera a primera división se consigue abandonando el hábito de la deuda innecesaria y practicando el ahorro. Lo primero es eliminar deudas, empezando por aquellas que son más caras: tarjetas de crédito, crédito al consumo, etc. No tiene sentido tener ahorros colocados al 3% y estar pagando por un saldo de tarjeta de crédito un 17%. Tampoco tiene a veces sentido amortizar hipoteca al 2% si de media nuestras inversiones pueden dar un 8% anual.
Manejar nuestro dinero de forma inteligente es muy sencillo. ¡Cuanto antes empecemos muchísimo mejor!